Uno de mis pasatiempos favoritos, iniciado desde temprana edad, es escuchar música. Lo que en un principio se trataba de escuchar los discos que ponían en casa, muto a los temas de moda en la radio y para luego pasar a seleccionar mi propio repertorio. Aquellas bandas, canciones y discos de a poco fueron formando (y aún lo siguen haciendo) mi gusto musical.
Entre tantos álbumes escuchados hay algunos que por tener ciertas características afines a mis gustos son considerados discos perfectos. Cuando digo perfectos no me refiero a la perfección en el sentido literal y objetivo de la palabra (si es que tal cosa existe), sino a lo que representan para mi, siendo un combo que mezcla música, recuerdos, etapas y que me ha marcado. Son discos que puedo escuchar de principio a fin sin agotarme, cantando todas las canciones y disfrutando porque realmente me gustan, tocan una fibra emocional mas allá de todo análisis racional.
Seguramente todos los que disfrutan la música saben de que hablo, de esa sensación que percibimos al escuchar un disco en su totalidad, en la mismísima época del shuffle.
Las razones por las que elijo uno u otro CD son variadas, en su mayoría responden exclusivamente a mi gusto personal, pero también he tenido en cuenta su contexto histórico, su relevancia y otras características, que a mi criterio pueden resultar relevantes.

Cuando pienso en este tipo de discos el primero que me viene a la mente quizá sea
Let it Bleed (1969) de los Rolling Stones. Es uno de sus mejores cuatro trabajos, de un prolífico período que se inicia en 1968 con el simple
Jumpin' Jack Flash y culmina en 1972 con el LP doble
Exile on Main St. Muestra el momento de madurez compositiva que vivía la dupla Jagger-Richards, que podía engendrar un gran álbum a pesar del delicado momento que viva la banda (alejamiento y posterior muerte de Brian Jones mediante). Cada vez que escucho los primeros acordes de
Gimme Shelter, no puedo evitar que una sonrisa se me dibuje en el rostro. Otros puntos altos son
You Can't Always Get What You Want, con su coro majestuoso,
Love in Vain, cover del bluesman Robert Johnson, el tema que le da nombre al disco (que por otro lado es una obvia alusión a
Let it Be de los Beatles) y la versión country de
Honky Tonk Woman, ahora rebautizada
Country Honk.

Otra de mis elecciones sería
The Dark Side of the Moon, el clásico de Pink Floyd del año 1973. Además de ser un puñado de grandes canciones, es revolucionario desde el punto de vista técnico, y en el uso de diferentes efectos sonoros como unión entre los temas. Hasta se podría afirmar que es este LP el que produjo la verdadera consolidación de la banda. En este caso resulta sumamente complejo elegir un tema en particular ya que al tratarse de un álbum conceptual (aborda el tema de la locuera, envejecimiento y muerte, probablemente inspirado en Syd Barrett, alma pater de la banda) cada pista está pensada como una pequeña parte de un todo, aunque los más reconocidos son
Money y
Time. Otros puntos a destacar son el solo vocal de
The Great Gig in the Sky, o el díptico final de Waters
Brain Damage-Eclipse.

Es difícil armar este tipo de listado sin incluir a
Machine Head, el disco de Deep Purple que rompió todos los moldes del Heavy Metal por el año 1972. La banda está pasando por un gran momento, luego de tres discos con rumbo errático habían logrado forjar un estilo, y los últimos dos,
In Rock y
Fireball, los consolidaban como una importante banda de Hard Rock. Sin embargo, fue
Machine Head su éxito definitivo, y no es para menos. No es necesario aclarar que es el disco que contiene
Smoke on the Water, ese clásico inoxidable con uno de los riff más conocidos de todos los tiempos. Ritchie Blackmore y John Lord estuvieron particularmente inspirados y dejaron siete canciones destinadas a grabarse en la memoria del público. Hits como
Highway Star,
Lazy o
Space Truckin', con grandes solos de guitarra y teclados caracterizan al larga duración. Infaltable en cualquier discoteca que se precie.

Hay una banda que en general no es nombrada cuando se enumeran las grandes bandas de rock de todos los tiempos. Humildemente creo que se debería reparar esa injusticia. Me refiero a Creedence Clearwater Revival, creadores de otro de los disco perfectos de mi colección. El album en cuestión data del año 1970 y se llama
Cosmo's Factory. El título se lo debe a la casa donde la banda solía ensayar, que fue apodada "la factoría" por el baterista Doug "Cosmo" Clifford. El LP arrasó rankings y ventas con su mezcla de rock sureño, blues, pop y country. Sus puntos más altos los podemos encontrar en
Ramble Tamble y sus atípicos cuelgues, el rock visceral
Travelin' Band, o en las excelentes versiones del clásico del blues
Before You Accuse Me, y de
I Heard It Through The Grapevine.

Por último en esta entrega, me voy a referir a otro gran larga duración. La banda es Led Zeppelin, y el disco, a falta de nombre, es conocido como
Led Zeppelin IV. El vinilo vio la luz en el año 1971, y para mucha gente fue considerado instantáneamente como el mejor trabajo del grupo. Algunas de las canciones que hicieron historia son
Black Dog,
Rock and Roll,
The Battle of Evermore, y por supuesto, el gran clásico de la banda
Stairway to Heaven, en los que el cuarteto formado por Plant, Page, Bonham y Jones realmente se luce. Es un disco notable.
De más está decir que hay varios discos que han quedado afuera de este listado. Solo a modo de mención, y para despertar quizá la curiosidad del lector, podría agregar a
Metropolis pt 2 (1999) de Dream Theater,
Back in Black (1980) de AC/DC o
Who's Next (1972) de The Who.
En la próxima entrega estaré revisando mis discos perfectos de Rock Argentino.