Hay discusiones que son tan viejas como el fútbol. Que por más que miles de periodistas, filósofos de café, amigos, hayan pasado horas y horas debatiendo, nunca se ponen de acuerdo. Hoy quiero sentar posición sobre la controversia que separa al mundo del balompié (jugadores, técnicos, periodistas, hinchas, etc) en rústicos y líricos.
Los argumentos más fuertes a favor de este tipo de jugadores/equipos/técnicos son que tienen huevos (se toma la expresión como sinónimo de pegar y correr), que se obtienen resultados, que el único objetivo del juego es la victoria a cualquier precio. Incluso se justifican ciertas acciones mal intencionadas por parte de los protagonistas: patadas descalificadoras, simulación de faltas (esto atañe a todo tipo de jugadores), comportamiento violento, entre otros.
Esta polémica esta tan arraigada que, por lo menos en nuestro país, se han formado dos “escuelas” basándose en la concepción y filosofía de juego de dos importantes técnicos campeones del mundo. Me refiero a Menotti y Bilardo. A partir de ellos un sinnúmero de técnicos, periodistas, jugadores e hinchas se encolumnaron bajo las ideas del menottismo y el bilardismo (a esta altura no hace falta que describa de que se trata cada uno). Sin embargo, cabe aclarar, que basar esta discusión en estas dos posiciones encontradas ha quedado anacrónico, aunque todavía se vislumbran algunos resabios.
Con el tiempo se han formado estilos híbridos, que han tenido éxito. Tal es el caso de los equipos de Bielsa, que sin descuidar la disciplina táctica, apuesta a un fútbol de ataque total, logrando que muchas veces el partido sea un monólogo protagonizado por sus dirigidos. Como ejemplo de esto basta con recordar la medalla dorada obtenida en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004, torneo que se gano de punta a punta con gran potencia goleadora, buen volumen de juego y sin recibir goles en contra.
Como último comentario quisiera aclarar que la clase de jugador no tiene que ver con la posición que ocupa en la cancha. Así encontramos volantes centrales como Redondo y otros como Giunta, laterales como Krupoviesa o como Sorín, delanteros como Palermo o como Lisandro Lopez, es decir que independientemente del lugar y función que tengan en la campo de juego, el estilo es algo innato del protagonista.
Ante este estado de cosas el debate parece no tener fin. Las preferencias se multiplican en una y otra dirección, pero el acuerdo no parece cercano. En definitiva es cuestión de gustos, y esto es inobjetable. Quizá baste con pedirle un poco mas de sacrificio al lírico y un poco mas de juego al rústico.
Por último quisiera invitar al lector a opinar y conocer sus preferencias.
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