lunes, 26 de diciembre de 2011

Martes

Después de pasar un buen rato dando vueltas en la cama procurando infructuosamente volver a conciliar el sueño, decidió mirar la hora en el viejo reloj despertador que adornaba su mesita de luz. Comprobó para su disgusto que eran las 6.58 de la mañana, y faltaban apenas dos minutos para que comenzara a sonar. Apagó la alarma, después de tantos años escuchándola al despertarse le había tomado cierta aprensión.
Se levantó sin preámbulos, recorrió el escaso trecho que separaba su cuarto del baño y prendió la ducha. Pensaba que era imprescindible bañarse antes de salir para poder despabilarse un poco, aunque a esta altura se trataba casi de un movimiento automático.
El café de la mañana tenía un dejo amargo, lo apuro mientras prendía la tele. El cable nuevamente andaba mal, la imagen estaba congelada. Estaba cansado de este tipo de problemas, más si se tiene en cuenta que no es un servicio barato.
Bajar tres pisos por escalera todas las mañanas y subirlos a la tardecita era lo que él consideraba ejercicio. Le pareció raro no cruzarse con el portero al salir. Los primeros rayos de sol se colaban entre las nubes dándole al cielo ese tono cálido que precede a una clara mañana de primavera. El silencio de la calle no le preocupo demasiado, el pasaje donde vivía jamás se había caracterizado por ser muy concurrido.
Sin embargo, al doblar en Rivadavia algo llamó poderosamente su atención. No se trataba de la cantidad de autos que poblaban la avenida produciendo embotellamiento, eso era normal a esa hora de la mañana. Lo chocante era la falta de ruidos, ni un motor en marcha, ni un bocinazo, nada excepto el sonido de sus pasos. Algo parecía indicar que esa mañana de martes no sería como las demás.
No tardó en darse cuenta que había otro gran ausente en esa escena: el movimiento. Nada se movía excepto él. Ni brusca ni levemente. Quietud y silencio total.
Entre las ideas que pasaron sobre volando su cabeza en poco más de un segundo (descartó de plano la locura), la hipótesis de estar soñando parecía la más acertada. Sin embargo, no podía ser posible, no solo porque jamás había tenido un sueño como ese, sino porque todo se sentía real, casi demasiado real.
Caminó en soledad por una inmóvil Rivadavia, todavía conservando la esperanza de que todo se tratara de una broma de mal gusto o algún producto de su imaginación. Esperanzas que vio desplomarse cuando divisó en la entrada de la estación Río de Janeiro de la línea A del subte unas 8 o 9 estatuas (después comprobaría que eran personas) apostadas en forma irregular a lo largo de la escalera. Se acercó a una de ellas y la saludó. Al no tener ningún tipo de respuesta, la tomó del brazo, primero suavemente, luego de manera brusca. Estaba desesperado por obtener algún tipo de reacción de esa cara inexpresiva, cuyos ojos parecían irremediablemente perdidos en el infinito.
Las próximas tres cuadras las recorrió corriendo, al tiempo que chocaba y empujaba a cuanta figura inmóvil se interponía en su camino. La falta de sonido y movimiento era más de lo que podía soportar.
Recordó aquellas viejas películas y novelas de ciencia ficción que tanto disfrutaba de adolescente. Nunca se hubiese imaginado lo terrorífico que podría resultar ser el protagonista de una de ellas.
Detuvo su carrera en la intersección de Rivadavia y Bulnes. No tenía sentido seguir deambulando sin rumbo. Necesitaba pensar, aunque no sabía bien en qué.
Entró en el primer bar que encontró. La escena: parecida a la de la calle. Los mozos completamente inmóviles, al igual que los clientes, le daban al local un aspecto similar a lo que pensó sería un museo de cera. Aunque realmente jamás había estado en uno.
Se preguntaba si sería el único capaz de moverse, si estaría completamente solo en ese lugar absolutamente estático. De pronto se levantaba delante suyo un mundo completamente nuevo. Esa visión le resulto aterradora.
Aburrido de la tan concurrida soledad del bar decidió ponerle un coto a sus fantasías al mejor estilo cine catástrofe, y abandonarlo. Sin rumbo alguno, pero con todos los destinos posibles, vagó en busca desesperada de vida. No quiso continuar por Rivadavia, no solo su inmensa quietud le daba escalofríos, sino que lo impresionaban todas esas caras inexpresivas que la poblaban. ¿Advertirían su presencia? ¿Se percatarían de que mientras ellos permanecían prisioneros de sus propios cuerpos, había alguien allá afuera que aún era libre? ¿Habría alguien más en algún lugar de la ciudad en su misma situación? No tenía las respuestas, ni creyó poder encontrarlas. Sin embargo, había otro interrogante que le preocupaba mucho más, ¿cómo sobreviviría a este extraño fenómeno?
Las campanadas de alguna iglesia no muy lejana anunciaron las 12 del mediodía. El tiempo vuela cuando la desorientación y el caos dominan la situación. Recién llegado ese momento pensó en su familia y amigos, ¿estarían también congelados? Como un reflejo tomó el celular para comunicarse con ellos. Por supuesto que estaba sin señal. Abstraído en sus cavilaciones, tratando de decidir cuál debía ser su próximo movimiento, tardó unos segundos en percibir el débil sonido de una voz que, sin embargo, iba tomando volumen a medida que pasaban los segundos. Era definitivamente una voz femenina, y estaba cantando.
Se escondió detrás de uno de los autos que adornaban la calle. Su corazón comenzó a latir con fuerza. Los últimos instantes le resultaron eternos. Cuando la vió aparecer, entonando ese canto angelical, se quedó sin palabras. No podía decir que fuera hermosa, al menos no en el sentido convencional de la palabra. Un halo de luz la cubría, como si de un ser celestial se tratase. La observó, con una extraña mezcla de atracción y rechazo, mientras ella iba recorriendo los cuerpos inmóviles, tomando algunos elemento de aquí y de allá. Desde su lugar no pudo distinguir qué era lo que estaba recogiendo. Sintió el impulso de ir a su encuentro, de preguntarle si sabía qué era lo que estaba pasando, pero temía que al interrumpirla el hechizo se desvaneciera.
Resignado a su cobardía, comenzó a caminar lentamente en sentido contrario, hasta perderla de vista. Hubiese jurado que mientras emprendía su agónica retirada la había escuchado susurrar su nombre, pero lo atribuyó a su imaginación.
Apenas había caminado una centena de metros, cuando cambió de parecer y decidió enfrentar a aquella solitaria dama. Sin embargo, al volver sobre sus pasos ella ya no estaba. Había perdido la única posibilidad de hablar con alguien que se le había presentado. Alguien que, quizá, poseyera alguna respuesta.
Algo irritado consigo mismo, pasó el resto de la tarde intentando encontrarla. Caminó varios kilómetros en distintas direcciones, al tiempo que la llamaba en voz alta (aún sin saber ni siquiera su nombre). En ciertas ocasiones le pareció oír el susurro de una voz femenina en su oreja, llamándolo. ¿Sería un indicio de locura?
Aunque estaba seguro que era inútil, no paraba de preguntarse por qué no había sido capaz de reaccionar. Conocía la respuesta, era su modo habitual de proceder ante lo desconocido, incluso contra su voluntad.
Cuando comenzó a atardecer se encontró caminando sin rumbo por la avenida Pedro Goyena. Desesperado por su infructuosa búsqueda, y realmente agotado de tanto andar, se sentó en el portal de un lujoso edificio. Sus ojos se cerraban, a pesar de que trataba de mantenerlos abiertos, casi como si tuvieran vida propia.
Volvió a abrirlos al escuchar que una mujer pronunciaba su nombre. Reconoció la voz al instante, era ella. Por supuesto, no estaba allí. Sobresaltado miró su reloj, eran las 6.58. Sintió una inmensa alegría al ver el desfile ruidoso de autos que atestaban la calle. Aún era temprano para ir a trabajar y no se encontraba lejos de la oficina. Ingresó en un bar, pido un café con leche, dos medialunas, y el diario.
Mientras desayunaba, se percató de que le habían llevado el diario del día anterior. Al hacerle notar esta confusión al mozo, éste con una siniestra sonrisa en el rostro y mirándolo profundamente le dijo: "Hoy es martes, siempre lo fue. Algunas personas se empeñan en desaprovechar el tiempo que se les concede".

domingo, 18 de diciembre de 2011

La Navidad y sus Películas


Muchas veces la Navidad nos toma por sorpresa. Caemos que nos acercamos al mes de diciembre y a su celebración gracias a que miles de locales de la ciudad se llenan de adornos alegóricos antes de que comience incluso el mes de noviembre. Y es en ese momento cuando las típicas frases (que se repiten año tras año) se comienzan a escuchar: "que rápido que pasó el año", "increíble que ya esté por llegar la Navidad", "dentro de poco vamos a estar comiendo vitel toné otra vez", entre muchas otras. 
Pero no solo la venta de adornos, los arbolitos (que suelen ser gigantes) en los shoppings y el espíritu (?) de la gente nos suele recordar la cercanía de la fecha, sino también la televisión. No importa si la empresa de cable a la que estamos suscriptos ofrece más de 200 canales, siempre para la segunda quincena de diciembre empiezan a rotar una y otra vez las mismas películas navideñas de todos los años. Y la paradoja es la siguiente: incluso cuando nos confesamos cansados de ver dichos films, volvemos a encontrarnos con ellos y no podemos evitar mirarlos, aunque más no sea por un rato. 
Las razones pueden ser muchas, y cubrir un amplio abanico, que va desde atribuirle a dichos films una improbable capacidad magnética que impide que cambiemos de canal, a considerar que se trata de obras que nos han acompañado, en muchos casos, casi toda nuestra vida, y albergamos un lugar especial para ellas en nuestro corazón (?), más allá de su dudosa calidad. 
Mi intención en este post es recordar alguna de esas pelis, que seguramente veremos dentro de poco en alguno, cuando no en varios, de los 200 canales de cable que hay dando vueltas por ahí. Para realizar esta tarea, me dispuse a seleccionar los tres films que considero los más representativos de esta época del año. 
Macaulay y los ladrones
Mi Pobre Angelito (Home Alone, 1990) y su primer secuela , se han convertido con el correr de los años en verdaderos clásicos navideños. En la primer entrega, que es la que nos ocupa, se cuenta la historia de Kevin McCallister (Macaulay Culkin), quien por un descuido de su, bastante desordenada, familia es olvidado en su casa, cuando el resto se disponía a tomar un avión para pasar la Navidad en París. El olvido recién es descubierto por su madre (Catherine O'Hara) en pleno vuelo. La cosa se complica más cuando dos ladrones (los geniales Joe Pesci y Daniel Stern) deciden aprovechar que la casa está casi vacía para intentar, infructuosamente, robarla. A partir de ahí, el film nos cuenta la resistencia del niño ante los ladrones y las dificultades que tiene la madre para volver al encuentro de Kevin. La peli, desde mi punto de vista, merece ser mencionada por tratarse de una obra que me ha acompañado desde los 5 años de edad, logrando siempre sacarme una sonrisa. Seguramente a más de un lector le haya provocado el mismo efecto. 
Susan con ¿el verdadero? Papa Noel
Otro film que merece ser mencionado es la producción de 1994 llamada Milagro en la Calle 34 (Miracle on 34th Street, 1994). Vale aclarar que se trata de una remake de la película con el mismo nombre estrenada en 1947, y gira alrededor de un juicio en el que se intenta probar que Kris Kringle (Richard Attenborough), un empleado que personifica a Santa Claus en una tienda, y que es acusado de agresión, es el verdadero Papa Noel. Para lograrlo cuenta con la ayuda del abogado Brian Bedford (Dylan McDermott), novio de su empleadora Dorey (Elizabeth Perkins), y de la pequeña hija de esta última Susan (Mara Wilson). La peli intenta (y por momentos lo consigue) devolver a los personajes y a los espectadores el espíritu navideño, apelando la creencias muy arraigadas de nuestra infancia. Si bien tiene toques de comedia, apela claramente a la emoción. 
Por último, quisiera incluir una obra del año 1988 conocida en nuestras pampas como Los Fantasmas Contraatacan (Scrooged, 1988). Como su nombre en inglés lo indica, se trata de una modernización del clásico relato de Charles Dickens, Cuento de Navidad. Esta vez, la historia nos sitúa en un estudio de televisión, donde un detestable Frank Cross (el gran Bill Murray) es el gerente de programación. En poco tiempo nos enteramos de su gran riqueza, y su crueldad, característica que lo ha llevado a distanciarse de su familia, y del amor de su vida Claire Phillips (Karen Allen). Todo lo cual, lo convierte en un perfecto candidato para recibir la visita de los tres fantasmas de navidad (presente, pasado y futuro), que le permitan apreciar su vida, la de sus seres queridos, y la de algún empleado atormentado por el propio Cross, en perspectiva, y logren un cambio en su triste vida. Una historia en clave de comedia con una moraleja para toda la familia. 
Estos tres ejemplos son los que más me marcaron, probablemente por ser los que más he visto. Hay cientos de películas más sobre navidad, algunas mejores, otras peores, algunas inolvidables, otras sumamente olvidables. Seguramente cada uno tendrá su favorita. Lo importante es poder compartirlas con todos ustedes.      

sábado, 10 de diciembre de 2011

A reeditar que se acaba el mundo


Millones de palabras se han escrito sobre la crisis de la industria musical, su declive, y de cómo ésta debe reinventarse. Tarea que, de acuerdo a los ejemplos obtenidos de la realidad, suele ser sumamente compleja. Sin embargo, hoy podemos decir que las discográficas han encontrado una veta que les permite seguir viviendo de esos clásicos inoxidables que alguna vez las convirtieron en grandes imperios. Me refiero a las reediciones.
Las reediciones de The Beatles, siempre un negocio
En los últimos años hemos asistido, como escuchas, a una oleada inédita de nuevas ediciones de viejos discos con distintas excusas. En algunos casos se trata de ediciones denominadas definitivas (quizá tenga que ver en esta definición las consideraciones realizadas sobre la inminente muerte de la industria), o se aprovechan aniversarios de la salida de ciertos discos emblemáticos, o simplemente se decide publicar nuevamente toda la discografía de alguna banda importante.
En este punto al lector podría surgirle la siguiente pregunta: ¿por qué comprar algo que probablemente ya tenga en su versión original, acorde a la visión primigenia del artista? Los argumentos que pueden esgrimirse son demasiados, incluso para un melómano, la pregunta resultaría totalmente improcedente. Toda nueva publicación de un viejo clásico viene con algún extra que la hace atractiva: una serie de canciones inéditas (incluso llegando a completar un disco entero de bonus tracks), nuevas versiones en vivo, un renovado booklet con fotos y textos alusivos que jamás habían visto la luz, sonido mejorado acorde a las posibilidades tecnológicas actuales (muchas veces supervisado por los propios músicos), versiones estéreo y mono, y un larguísimo etcétera.
Los discos de Queen salieron de a cinco al mercado
 Entre las reediciones más importantes que has salido al mercado podemos destacar las de The Beatles, que comprende toda su discografía con sonido renovado, hermosas ediciones en digipack, y boxset en estéreo y mono; las más recientes de Queen, todos álbumes dobles con el disco original y un cd extra con versiones en vivo, simples y distintas pistas de audio; algún disco emblemático de los Rolling Stones como Exile on Main St. o Some Girls, debido a su 25 aniversario, en ediciones dobles con uno de los discos lleno de inéditos y rarezas; y las nuevas reediciones de Pink Floyd, con caja de Dark Side of The Moon y Discovery (14 discos) incluidas, que presentan toda su discografía en digipack y con sonido remasterizado.
Por supuesto que los casos enunciados en el párrafo anterior no son los únicos en lo que a reediciones se refiere. Se podría agregar a esta lista un sinnúmero de artistas, tanto clásicos como modernos (de Deep Purple, Bob Dylan o  The Kinks a Pearl Jam, pasando por Lynyrd Skynyrd y Violent Femmes) que han visto revisitada su discografía (o alguno de sus discos) en la última década. No obstante, y como la conformidad no es algo a lo que sea adepto, me animo a mencionar una deuda que la industria, un gran ausente: Led Zeppelin.
Quizá se trate de una estrategia para prolongar la vida de las discográficas en un contexto que ha demostrado serles desfavorable. Reconvertir el negocio, redireccionar los cañones del marketing, establecer el cd y el (afortunadamente) resucitado disco de vinilo como objetos de lujo, con precios (lamentablemente) elevados, logrando configurar una experiencia que vaya más allá de la simple escucha en random en un reproductor de mp3 con pésimo sonido. Los amantes de la música agradecidos, nuestros bolsillos no.


La tentadora caja Discovery de Floyd

lunes, 5 de diciembre de 2011

Una de vampiros

Con el paso del tiempo hay determinados géneros o temáticas que nos pueden parecer agotados. Tal es el caso, en mi opinión, de los relatos relacionados con vampiros. Por supuesto que no me refiero al agotamiento comercial, sería necio no reconocer el auge que está viviendo el género a caballo de las muy prolíficas obras de Stephanie Meyer y su adaptación cinematográfica. Lo que quiero decir es que lo que falta son ideas nuevas que logren dar una vuelta de tuerca al tema, más allá de las edulcoradas historias románticas para adolescentes, con chupasangre que caminan de día y no beben sangre humana. O por lo menos eso era lo que pensaba hasta hace un corto tiempo atrás. 
Es difícil rastrear el origen de los vampiros. En la mayoría de los casos se considera que provienen de leyendas de distintas culturas que hacen referencia a seres que se alimentan de la sustancia vital de las personas. Ya en el siglo XVIII se pueden encontrar publicaciones literarias sobre ellos. 
No fue hasta un siglo después, en 1897, cuando el irlandés Bram Stoker publicó su obra epistolar Drácula. Así tomó forma el prototipo de vampiro que mas éxito ha tenido desde el punto de vista literario y cinematográfico. Se trata de un (otrora) ser humano (no) muerto, que necesita para subsistir consumir sangre humana, la cual adquiere clavando sus colmillos en el cuello de sus víctimas. El Conde Drácula vive en un tenebroso castillo en Transilvania (Rumania). Sus principales armas son la seducción, y su capacidad de transformarse en distintas creaturas (lobo, murciélago, etc.). Sus debilidades: la luz solar, los espejos, el ajo y las estacas. 
El gran Christopher Lee en su papel predilecto
Desde su publicación han proliferado distintos libros y películas que han ido tomando la obra de Stoker y la han ido adaptando, aggiornandola a los distintos momentos en que fueron apareciendo. Así desfilaron por la pantalla grande figuras como Christopher Lee (quien más veces lo interpretó), Gary Oldman, Bela Lugosi, Frank Langella, Gerard Butler, y hasta Leslie Nielsen, todos con un papel en común, el del mítico vampiro. Asimismo, actores como Willem Dafoe, Brad Pitt, Tom Cruise y muchos otros más han interpretado este tipo de papeles, sin encarnar al Conde específicamente. 
Grandes directores se han animado a reinterpretar el clásico, como por ejemplo: Francis Ford Coppola (Bram Stoker's Dracula, 1992), el maestro del terror John Carpenter (Vampires, 1998), y Robert Rodriguez (From Dusk Till Dawn, 1996), solo por nombrar a alguno de los casos contemporáneos. 
Sin embargo, no solo del cine viven estas creaturas espeluznantes. La pantalla chica ha sabido darles su lugar de privilegio también. Series como Buffy, la Cazavampiros de Joss Whedon (1997-2003), su spin-off Angel (1999-2004), y varias que aún están activas (The Vampire Diaries, True Blood), entre otras, han sabido saciar la sed de los fanáticos durante varios años. 
Incluso, cabe destacar, que lo que en un principio fueron obras de terror o góticas, con el correr de los años fueron virando hacia otros géneros, como el de acción (Blade, Van Helsing, etc.) o la comedia (Drácula muerto pero feliz, del inigualable Mel Brooks). 
De algunas mujeres mejor cuidarse
De acuerdo a mi óptica, el agotamiento al que hago referencia en el primer párrafo de este artículo, es consecuencia del gran número de adaptaciones, reversiones, revisiones y reescrituras que han tenido las historias de vampiros a través del tiempo. Potenciado sobre todo por la invasión actual que estos personajes han realizado tanto en la pantalla grande como la chica. Si nos alejamos de los novedosos primeros films, de los de culto de la Hammer, y de los paródicos, nos vamos a encontrar con un largo listado de películas/historias que no aportan demasiado al tema. Seguramente hay excepciones, obras que por su singularidad destacan por sus propias virtudes, como puede ser Interview with a Vampire (Entrevista con el vampiro, 1994) o la sueca Låt den rätte komma in (Déjame entrar, 2008), pero lamentablemente estos casos están alejados de ser la norma. 
No obstante, suele pasar que cuando vemos las cosas de manera pesimista aparece una señal que nos devuelve un poco la esperanza. Esta vez, llegó a mí en forma de libro. Nocturna es la primer novela del director de cine mexicano Guillermo Del Toro (escrita en colaboración con Chuck Hogan); en ella logra darle un nuevo tratamiento al género, alejándolo del romanticismo, y despojándolo de efectismo. En su relato los vampiros no se metamorfosean, no le temen al ajo, ni tienen colmillos; son una plaga, un virus que se propaga por Nueva York, y que debe ser contenido y eliminado antes de que consuma primero a la ciudad, y luego al mundo entero. Al leerlo, se puede pensar que lo que una vez creí agotado, aún tiene un poco más de tela para cortar.



sábado, 26 de noviembre de 2011

El Agua

Nunca lo vimos venir. No es que faltaran indicios. No quisimos creerlos, o simplemente no les dimos importancia. En la primera etapa las playas comenzaron a desaparecer. El mar, otrora turquesa y transparente, se volvió oscuro y turbio. Poco a poco los habitantes de las ciudades costeras migraron tierra adentro.
Un tiempo después el agua tapo dichos poblados. Los muertos se contaron por centenas, entre los pobres y los escépticos. “La culpa es del calentamiento global”, dijeron. “Estamos pagando el daño que le hicimos al planeta”.
En seguida se pusieron en marcha varios planes del gobierno para contrarrestar tan devastadores efectos. Las mentes más brillantes de la ciencia participaron de su confección. Cuando el agua cubrió Japón, y redujo a Australia a un simple islote supimos que la cosa era mucho más seria de lo que pensábamos.
No faltaron los iluminados que hablaban de predicciones, fin del mundo y llegada del juicio final. Sin embargo, hasta los más firmes espíritus se doblegaron ante el avance de lo que dimos en llamar la marea negra.
Su acometida fue implacable, tapando cada vez mayores proporciones de tierra, dejando un reguero de cuerpos a su paso, que al poco tiempo desaparecían en su espesura.
Los pocos que logramos sobrevivir nos refugiamos en las superficies más altas, con la absurda esperanza de que la negrura remitiera. Si algo hemos aprendido desde que comenzó, es que una vez desatada no va a parar hasta culminar su trabajo.
Ahora, mientras escribo estas líneas, ya es demasiado tarde. Aún desde los elevados picos nevados (si es que a esta masa cenicienta y gris se le puede decir nieve) en los que me encuentro, puedo ver la lenta pero constante invasión acuática. Según mis cálculos la marea está subiendo entre 1 y 2 metros por día. No hace falta ser un destacado matemático para saber el escaso tiempo que me queda. Estoy preparado, la espero, mis fuerzas solo menguan cuando algún cuerpo (humano o animal) aparece flotando en la superficie, aunque estas visiones son cada vez más inusuales (señal de que solo quedamos unos pocos). He visto su rostro, negro como el hollín, de mirada profunda y cansada, casi como los ojos de un padre al que se ha llevado al límite de lo que puede soportar y ha perdido la paciencia.
Nunca logramos descifrar porque vino, ni sabemos si algún día se irá. La única certeza que invade nuestros corazones es que no estaremos aquí cuando llegue el final.

sábado, 19 de noviembre de 2011

Pearl Jam en Argentina


Alrededor de las 19.30 llegue, junto a mi hermano, a las inmediaciones del estadio. No costo demasiado conseguir lugar para estacionar; un par de vueltas y listo, dejamos el auto a solo 6 cuadras. La caminata hacia el estadio suele ser el momento en que se intercambian expectativas sobre el show por venir: ambos coincidíamos en que preferíamos dejar que nos sorprendiera. 
Esta era mi primer visita al Estadio Único de La Plata. Desde un principio me impactó su arquitectura y diseño, que cumplía tanto desde el punto de vista estético como funcional. Aproveché lo metros caminados por Av. 25 para poder apreciarlo bien. 
Siguen roqueando como en sus primeras épocas
Al dar el reloj las 19.45, con puntualidad británica, a pesar de ser oriundos de Los Ángeles, la legendaria banda de punk X salió al escenario para calentar motores. Comenzamos a escucharlos desde afuera, pero pudimos ver la mayor parte del show ya acomodados en nuestros asientos de la fila 22 en la platea sur. 
Los primeros aplausos fervorosos tronaron cuando John Doe (bajista y cantante) presento a un amigo para el último tema, se trataba ni más ni menos que del gran Eddie Vedder, que salió a roquear al ritmo de Devil Doll junto a Exene (cantante), Doe y compañía. 
A las 20.30 el escenario estaba calmo nuevamente y nos mentalizamos para esperar la hora que suponíamos faltaba para el inicio del espectáculo. Por eso nos sorprendimos cuando a las 21.15 las luces se apagaron y los sobrevivientes del grunge aparecieron en escena. Los primeros acordes nos tomaron por asalto, y nos costó identificar el tema, no porque no lo conociéramos, sino porque la elección fue realmente inesperada. Ni el espectador más optimista y amante de Ten (1991) se imaginaba que la apertura del show sería con Release. El despliegue de potencia arrancó en el segundo tema, Go, del segundo álbum de la banda. 
Sin embargo, el primer estallido y gran pogo de la noche se desato con Corduroy (con intro de Interstellar Overdrive incluida). Así es como llegamos al primer pico de emotividad de la noche. La seguidilla Hail Hail, Given to Fly y The Fixer no nos permitió relajarnos, pero si disfrutar al máximo. 
Por suerte para nuestros cuerpos y gargantas, la intensidad bajó unos peldaños con Amongst the Waves e Inmortality, pero solo para volver a tomar impulso con otro de esos temas inolvidables que nos dio el inigualable Ten, Even Flow (segundo pico de emotividad de la noche). 
Para ese momento, aunque ya nos habíamos dado cuenta al sonar el primer acorde del primer tema, ya estaba plenamente justificada la inversión de dinero, el largo viaje a La Plata, y el hecho de saber que íbamos a dormir muy poco esa noche. 
Live at the Gorge, disco en vivo
El tercer gran momento de la noche no se haría esperar demasiado, luego de interpretar You Are, lo alcanzarían con (¡aviso de título largo!) Elderly Woman Behind the Counter in a Small Town, otro de esos grandes temas a los que Pearl Jam nos tiene acostumbrados, de VS (1993), su segunda placa. 
Todavía faltaban varios temas antes del primer intervalo, así se sucedieron el breve pero salvaje Lukin, Unthought Known (uno de mis favoritos de Backspacer, su última producción), el inoxidable Do the Evolution, un acústico Wasted Reprise como preludio a un eléctrico Life Wasted, un contundente Jeremy y Porch. 
La participación del público durante esta primera parte fue muy activa, con pogo, coros, palmas, en definitiva, a lo que estamos acostumbrados en general, pero con un grado de intensidad que hacía tiempo no veía en un show, probablemente inspirado en la entrega que la banda estaba realizando en el escenario. 
El bueno de Eddie no se hizo desear demasiado y volvió solo con su guitarra para interpretar el hermoso Just Breathe. El momento acústico duró lo que un suspiro, y la banda nuevamente al completo arremetió con Garden, y luego con la excelente versión del tema de Wayne Cochran, Last Kiss, que incluyó un buen contrapunto entre la batería de Matt Cameron y las palmas del público. Pasó Supersonic, y llegó el segundo cover de la noche, que para Pearl Jam ya es casi un tema propio. Me refiero a la canción de los Ramones (gran ovación gran) I Believe in Miracles, al cual le siguió State of Love and Trust y el potente Blood. 
Eddie y compañía
Con el pulso acelerado, nuestras gargantas irritadas y la felicidad a flor de piel, aguardamos a que la banda vuelva para los bises finales. Lo cual hicieron con gusto, comenzando con Smile, y siguiendo con otro tema ajeno al que Vedder presentó diciendo que les gustaría tomar prestado una canción de Roger Waters. Difícil describir nuestras sensaciones al escuchar los primeros acordes de Mother, aquella sublime composición de The Wall, pero seguramente eran muy cercanas a la emoción. Cosa que PJ terminó de lograr con Black, para mí el punto culminante del show (cabe aclarar que este tema tiene un significado especial para mí, por ser mi puerta de entrada a Pearl Jam), no solo por tratarse de una de sus mejores obras, sino por la larga coda de coros protagonizada por un público que sinceramente no quería que el espectáculo acabase. 
El principio del fin llegó con Better Man (Vitalogy, 1994), y Why Go, para desatarse definitivamente con el infaltable Alive, el último cover Rockin’ in the Free World (Neil Young) con las luces del estadio prendidas, y el siempre colista Yellow Ledbetter, anunciando sin temor a equívocos el final. El reloj marcaba las 12.15; tres horas de duración, tres horas de felicidad, tres horas que se pasaron demasiado rápido. Solo quedaba emprender la larga vuelta a casa, esta vez con una sonrisa dibujada en nuestras caras. 
Si tuviera que usar solo dos palabras para describir lo que fue la segunda visita del quinteto de Seattle (a bordo del PJ20 Tour) al país, serían INTENSO y EMOTIVO. Un show para disfrutar de principio a fin, que seguramente recordaremos por mucho tiempo, cuyo paso lo volverá mítico. La entrega de la banda en el escenario y su perfecta comunión con el público hicieron de este recital un momento único. Y esto en épocas de jóvenes bandas prefabricadas y viejos edulcorados que parecieran tocar en piloto automático, no es poca cosa.



sábado, 12 de noviembre de 2011

Discos Conceptuales


En un principio, y como ya he escrito en otro post, el motor de la industria musical fue el simple. Sin embargo, con el correr de los años (comenzado en la segunda mitad de la década del ’60) el LP se fue afianzando como el soporte ideal tanto en términos artísticos como económicos.
A partir de este fenómeno de valorización del larga duración por sobre el single es que algunas bandas comenzaron a darle a sus discos un tratamiento distinto del que le venían dando. Así, ciertas obras, dejaron de ser una colección de canciones aisladas para transformarse en un todo. Es a este tipo de obras a las que se conoce como álbumes conceptuales; es decir, un disco cuyas canciones están atravesadas por una temática común a todas ellas.
El término Álbum Conceptual agrupa gran cantidad de obras, bastante diferentes entre sí, y tiene varias aristas, que van desde unir los temas de un disco en torno a un tema determinado (como puede ser la ecología, el ideario de una sociedad determinada, o eventos históricos), contar durante todo el LP la historia de un personaje, o realizar una ópera rock (por razones de espacio no haré mención a este último tipo de obras, que merecen un post aparte), entre muchas otras.
Es difícil determinar cuál fue el primer disco conceptual de una banda de rock, y escapa a las intenciones de este post. Basta con mencionar algunos larga duración que a mi criterio son buenos representantes de este tipo de obras.
Muchos reconocen en el gran Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band (1967) de los Beatles uno de los primeros discos conceptuales. Cabe aclarar que esta no es la principal característica por la cual el álbum fue (y es) tan venerado. La idea de los Fab Four era inventar una banda que sea la que se adueñe de todos los temas del LP, como una manera de poder tomarse ciertas licencias a la hora de experimentar con distintos sonidos (experimentación que habían comenzado con sus dos discos anteriores) sin verse limitados por el estilo beatle. El concepto se refleja claramente en el inicio y el final del disco (con el tema homónimo y su reprise), pero hay que reconocer que se desdibuja un poco con el correr de las canciones.
Hay dos bandas inglesas a las que podríamos reconocer como especialistas en lo que a discos conceptuales se trata. Me refiero a The Who y The Kinks. La primera, antes de editar dos óperas rock, publicó The Who Sell Out (1967), una obra que estaba concebida como una transmisión radial pirata, tocando los temas con distintos estilos para que parezcan interpretados por bandas diferentes y añadiendo típicas publicidades radiales entre cada uno de ellos. La banda de los hermanos Davies editó gran cantidad de discos conceptuales, entre ellos The Kinks are the Village Green Preservation Society (1968), que trata principalmente sobre la vida en la campiña inglesa, rememorando tiempos pasados; Lola vs Powerman and the Moneygoround, Part one (1970), que no es más que una visión satírica de la industria musical; y varios otros como Preservation Act 1 (1973), Preservation Act 2 (1974), Soap Opera (1975) y School Boys in Disgrace (1976), además de una ópera rock.
Por supuesto no podemos hablar de este estilo de discos sin hacer una especial mención a Pink Floyd. La banda de Waters y Gilmour ha dejado para la posteridad obras conceptuales alucinantes. Desde el clásico de 1973, The Dark Side of the Moon, en el que exploran distintas facetas de la condición humana (envejecimiento, locura, avaricia, muerte), y experimentan con distintos sonidos, gracias a la ayuda del gran técnico de grabación Alan Parsons, hasta The Final Cut (1982, último disco con Waters en la banda) con su mensaje antibélico a cuestas, todos los discos de Floyd son conceptuales. Wish you Where Here (1975) es un álbum que se basa en una seria crítica a la industria musical, a la vez que añora la camaradería imperante en el pasado en el seno de la banda y recuerda a Syd Barrett. Animals (1977), intenta retratar a la sociedad inglesa, dividiéndola en distintas clases sociales, representadas por animales (en obvia alusión al clásico de Orwell Animal Farm); siendo los cerdos mandatarios, los perros los encargados de hacer cumplir la ley, y las ovejas el pueblo. Por último, The Wall (1979), cuenta la historia de Pink, un músico alienado y acechado por los traumas acumulados en su vida (muerte prematura del padre, sobre protección de la madre, educación opresiva, fracasos amorosos, etc.), todos los cuales ayudaron a ir agregando ladrillos en la pared que lo separa del mundo.
Otras obras conceptuales que vale mencionar son: Tales From Topographic Oceans (1973), de Yes, Thick as a Brick (1972), de Jetrho Tull, Ziggy Stardust and the Spider from Mars (1972), de David Bowie, y 2112 (1976), de la banda canadiense Rush.
Por supuesto que estos son solo ejemplos de todos los discos conceptuales que podemos encontrar. El hecho de que los mencionados sean principalmente de las décadas del ’60 y ’70, no implica que no podamos encontrar álbumes conceptuales contemporáneos. Ejemplos de ellos sobran, me limitaré a nombrar algunos: Metropolis Pt. 2, Scenes from a Memory (1999) de Dream Theater, narra la historia de un joven que descubre un crimen en su vida pasada (íntimamente relacionada con la película de 1991 Dead Again, protagonizada por Kennet Branagh y Emma Thompson); Be (2004) de Pain of Salvation, trata sobre la existencia de Dios; American Idiot (2004) de Green Day, que es primordialmente una crítica al estilo de vida americano y a la administración Bush en particular.
Como ya he mencionado, el tema no se agota en estas líneas, con lo cual invito al lector a realizar su propia búsqueda por el vasto mundo de los discos conceptuales.

sábado, 5 de noviembre de 2011

Las noches de París según Woody Allen


El afiche de la peli

A veces las películas cobran dimensión por contar una gran historia, otras por tener un guión bien logrado, algunas por dejar entrever la diestra mano de su director, y en numerosos casos por las sólidas interpretaciones de los actores. Cuando estas cuatro condiciones se dan en conjunto, podemos sonreír, acurrucarnos en nuestro sillón y disfrutar de la idea de estar ante un gran film.
Tal es el efecto que produce la última obra del prolífico Woody Allen. Medianoche en París (Midnight in Paris, 2011), es una comedia romántica atípica, incluso para el bueno de Woody. Toma elementos de distintos géneros y logra ser divertida y reflexiva a la vez, entretener y dejar pensando al espectador; se la podría catalogar como una comedia inteligente, pero realmente no estoy seguro de que las películas, en general, posean este tipo de atributos.
El film nos muestra a la pareja compuesta por Gil (el gran Owen Wilson) e Inez (la bella Rachel McAdams) que está a punto de casarse y emprenden un viaje a París junto a los padres de la novia. Gil es un escritor, fascinado por el París de los ‘20, que está teniendo dificultades para concretar su primer novela. Se enamora de la ciudad y tiene serias intenciones que quedarse a vivir en ella. Por supuesto su prometida Inez no comparte este anhelo. Las cosas en la pareja se tensan un poco con la llegada de Paul (Michael Sheen), el pedante ex novio de Inez, con su actual compañera. Es así, como luego de una cena, todos deciden irse a bailar, excepto Gil, quien no tarda en quedarse solo en la noche recorriendo las calles parisinas.
Gil e Inez en su habitación de hotel
A partir de allí es cuando comienza la aventura, en la cual se entremezclan fantasía y realidad, pasado y presente, Ernest Hemingway, Cole Porter, los Fitzgerald, Salvador Dalí (Adrien Brody), Gertrude Stein (Kathy Bates), Picasso, Matisse, Luis Buñuel, Man Ray, T.S. Elliot, entre muchos otros, y por supuesto la hermosa Adriana (Marion Cotillard); y lo que parecía una simple comedia romántica transciende los límites del género y nos lleva más allá, poniendo en juego cuestiones como el amor, las fantasías, la nostalgia por tiempos no vividos, el presente, las responsabilidades, la adultez, sin pecar de pretenciosa y haciendo gala de un gran estilo.
Imposible no mencionar a otra gran protagonista del film. Me refiero a París, la ciudad que, lejos de ser el simple escenario donde transcurre la película, cobra vital importancia, sumergiendo a Gil (y a los espectadores junto con él) en sus noches, sus hermosas calles y sus ilustres personajes; logrando cambiar sus perspectivas frente a la vida y el amor.   
Gil y Adriana en las calles de París
Para concluir, me gustaría recalcar (dudo que haga falta) que la cinta es sumamente recomendable. Espero, con estas líneas, haber logrado despertar en el lector el interés por la misma.

martes, 18 de octubre de 2011

La Vida en la Costa Oeste (Bonus Track)

Cuando ayer a la mañana llegamos al aeropuerto nos enteramos que nuestro vuelo había sido cancelado por las cenizas volcánicas que invadían Buenos Aires. Superada la desazón inicial (sobre todo por el cambio inesperado de planes) nos fuimos a un hotel del centro de la ciudad para pasar las dos noches que nos vimos obligados a agregar al viaje (recién la aerolínea tenía disponibilidad para el martes).
Aprovechamos estos dos días para hacer dos cosas que no habíamos hecho anteriormente en San Francisco: descansar, e ir a lugares que por razones de tiempo no habíamos podido visitar durante nuestra anterior estadía.
Ayer paseamos por The Embarcadero. Se trata de una calle que recorre toda la costa de la bahía. Allí se pueden encontrar bares coquetos, algunas esculturas, y el Market Place. Tiene un aire a Puerto Madero, pero mucho más pequeño.
Tuvimos la oportunidad de ir a conocer la Coit Tower, una torre de 210 pies, que esta ubicada en la zona más elevada de la ciudad. Desde allí se puede obtener una magnífica vista de Frisco. Cuesta un poco llegar a pie, ya que hay que recorrer varias cuadras en subida, pero vale la pena.
Al irnos, decidimos hacerlo por el lado contrario al que llegamos para poder volver al hotel caminando bordeando la bahía. Fue una decisión sumamente acertada, ya que tuvimos la oportunidad de conocer un pequeño barrio que linda con la torre. Se trata de un coqueto conjunto de casas de madera con hermosos jardines. No lo cruza ninguna calle, solo pasarelas de madera y escaleras que comunican las casas. Serán alrededor de 3 o 4 cuadras, hasta llegar a una gran escalera que nos deposita de vuelta en la ciudad.
También recorrimos la Levi's Plaza que tiene dos partes, en una de ellas predomina el cemento, en la otra el pasto recién cortado, unas pequeñas lomadas y una fuente que irriga agua a través de distintos canales.
A la tardecita tomamos unas cervezas en un bar del centro.
Ahora estamos dejando todo listo nuevamente para volver al aeropuerto mañana temprano. Esperemos que esta vez podamos partir rumbo a Buenos Aires.

domingo, 16 de octubre de 2011

La Vida en la Costa Oeste (Día 14: Final)

El Dutch Windmill en el Golden Gate Park
Lamentablemente el tiempo pasa muy rápido y todo llega a su fin. Este es nuestro último día en San Francisco. Mañana temprano arrancaremos para el aeropuerto, y estaremos llegando a Ezeiza, previa escala en Atlanta, el lunes a la mañana.
Pasamos casi todo el día entre compras (más que nada tratando de cumplir con todos los encargos) y embotellamientos. Realmente San Francisco es una ciudad complicada para andar en auto por dos cosas: hay demasiados autos en la calle, lo que provoca constantes atrasos y embotellamientos, y porque estacionar es un problema. No hay casi espacios públicos para hacerlo, todas las calles, o tienen el cordón pintado de rojo (donde no se puede estacionar), o tienen parquímetro (en su mayoría con limitaciones de tiempo y caros), o tienen carteles que dicen que de tal a tal hora no se puede estacionar. Siempre hay que terminar cayendo en algún garage, que también son caros. Para colmo nos agarró una manifestación que nos complico más el día.
A pesar de todo pudimos conseguir la mayoría de las cosas.
El Getty Center
Ya tenemos casi todo ordenado para salir. Solo faltan las cosas de último momento. Por supuesto que ninguno quiere volver, y mucho menos regresar a trabajar. Como despedida iremos a comer al Hard Rock Cafe en la zona del puerto.
Fue un viaje increíble, en el que no tuvimos dos día iguales. Recorrimos casi 3000 kilómetros, paramos en 7 hoteles, pasamos por grandes ciudades, pequeños pueblos, vimos hermosos paisajes naturales, parques nacionales, parques temáticos, visitas a estudios de cine y televisión, playas, piletas, casinos. En definitiva, de todo. Creo que no se puede pedir mucho más.
Ahora solo nos queda disfrutar del viaje de vuelta a casa con la sensación de haber vivido una aventura sensacional.

El Rainbow desde adentro
La torre del Stratosphere

sábado, 15 de octubre de 2011

La Vida en la Costa Oeste (Día 13)

Primer vista en el camino a Yosemite Valley
Temprano abandonamos Oakhurst con rumbo a Yosemite. Lo que primero nos sorprendió es que el parque es realmente grande, lo que hace imposible poder recorrerlo en el tiempo que teníamos. La ruta por la que se accede a los distintos paradores nos ofrece hermosas vistas, pero a su vez es sumamente complicada, con curvas y contra curvas que hacen difícil transitarla. Si algo le faltaba a nuestro viaje era un poco de verda, y con esta visita lo agregamos con creces.
El primer lugar en el que paramos fue Yosemite Valley, una pequeña aldea que se encuentra a la vera del río entre montañas. Con solo realizar un corto trayecto a pie se puede acceder a una pequeña cascada. La caminata por el medio del bosque tuvo un efecto super relajante sobre nosotros.
Cascada en Yosemite Valley
A lo largo de las rutas internas del parque hay distintos paradores en los que se obtienen vistas espectaculares. Realmente parecen de cuento, o salidos de una novela de J.R.R. Tolkien.
Recorriendo unas cuantas millas más (el trayecto dura aproximadamente una hora) accedimos al Glacier Point, un parador donde se pueden observar los picos más altos del parque (algunos están nevados), y hasta encontrar nieve a los costados de la ruta y en el estacionamiento. Aprovechamos el excelente escenario y almorzamos ahí, y hasta tuvimos tiempo de interactuar con una pequeña ardilla.
El último punto que visitamos fue Mariposa Grove. Allí se podían observar un cierto tipo de árbol denominado Sequoia, que se caracterizan por el gran tamaño que ganan al pasar el tiempo. Se trata de verdaderos gigantes. Lamentablemente no pudimos hacer el recorrido largo, que implicaba subirse a camiones especiales y duraba más de una hora. El tiempo nos apremiaba y era hora de partir hacia San Francisco.
Vista desde Glacier Point
La última sorpresa la tuvimos en el camino de vuelta. Siguiendo el camino propuesto por el GPS terminamos en un camino de tierra que se abría en las montañas. Lo seguimos durante casi 10 millas. No fue el mejor momento del día. Por suerte llegamos sanos y salvos a Frisco.
Mañana es nuestro último día, y por ende la última publicación.



Las Sequoias de Mariposa Grove

viernes, 14 de octubre de 2011

La Vida en la Costa Oeste (Día 12)

Después de un día de descanso volvimos a la ruta. Esta vez para abandonar Las Vegas rumbo a Yosemite. Rápidamente dejamos el estado de Nevada para regresar a California. Podría decirse que se trató de un día de transición. Prácticamente lo pasamos todo en la ruta.
Mientras pasaban los kilómetros me preguntaba cómo se sentiría Sal Paradise, aquel personaje de la novela En el Camino, de Jack Kerouac, quien recorría varias veces el país, teniendo a San Francisco como horizonte deseado. Por supuesto que nuestro viaje no se compara con los suyos.
Paramos a almorzar en un desértico pueblo californiano llamado Mojave. Aprovechamos para descansar un poco, y escapar del calor de la ruta.
Cuando estábamos a solo una hora y media de nuestro destino nos cruzamos con un outlet enclavado en el pueblo de Tulare. Decidimos parar y hacer algunas compras.
Alrededor de las ocho arribamos a destino. El pueblo se llama Oakhurst. Mucho no pudimos recorrerlo, pero lo elegimos por su proximidad con Yosemite (apenas una veintena de kilómetros).
Mañana nos espera conocer el parque nacional y volver a San Francisco para completar el círculo.

jueves, 13 de octubre de 2011

La Vida en la Costa Oeste (Día 11)

La pileta del piso 8
A la mañana nos fuimos a un Outlet gigante que queda cerca del hotel. Compramos algunas cosas, pero la verdad no demasiado, los precios están más altos de lo esperado. Nos morimos de calor caminando entre los negocios, ya que era un outdoor shopping.
Cuando volvimos al hotel decidimos que lo mejor sería relajarnos un poco, y poder descansar de tantas idas y vueltas. Encaramos para el piso 8 donde se encuentra la pileta, y nos tiramos en sendas reposeras. Es increíble como se logra la ilusión de intimidad en una pileta que queda en el octavo piso de un hotel que cuenta con mas de 24 plantas. Realmente la situación era inmejorable, sol, reposeras, pileta (a la cual nos metimos, para descubrir que era de agua salada), tragos (un daikiri de banana y una Bud light sabor ¡lima!), y un poco de música.
La vista desde el piso 109
La vista desde el observatorio panorámico del piso 108 de la torre es increíble, sobre todo si uno lo ve de noche. El ascensor tarda apenas unos segundos en depositarnos en tales alturas. Se ve la ciudad del pecado iluminada en todo su esplendor. Subimos un piso más hasta la terraza, allí además de tener una mejor vista aún se practican juegos realmente extremos. Se puede saltar al estilo bungee jumping los 109 pisos, podes subirte a una pequeña montaña rusa que te lleva hacia el abismo, a un elevador que te sube y baja a gran velocidad, o a una mano giratoria (obviamente sobre la nada misma). Por supuesto que ninguno de los dos se iba a subir a juego alguno (ni borrachos).
Ya entrada la noche hicimos otro recorrido por los casinos, esta vez nos sorprendimos con los artistas en vivo del Circus Circus, la majestuosidad del Palazzo, los canales y paseos en góndola del Venetian, los jardines del Mirage, y el estilo de Planet Hollywood. Y hasta tuvimos tiempo de observar un nuevo espectáculo de aguas danzantes del Bellagio, esta vez al ritmo del All That Jazz.
Mañana nos queda abandonar la ciudad, camino a Yosemite.
Los canales del Venetian

miércoles, 12 de octubre de 2011

La Vida en la Costa Oeste (Día 10)

No hay palabras que puedan describir la sensación que a uno le produce estar parado en el borde del Gran Cañón del Colorado. Entusiasmo seguro, sorpresa también, pero quizá la palabra más adecuada sea maravillado. Al entrar al parque nacional nada parece insinuar la llegada al Cañón, pero sin embargo ahí está, haciendo su abrupta irrupción. Cualquier descripción que intente realizar, no le va  a hacer justicia, y ni siquiera creo que las fotos puedan reflejar lo que uno ve. Realmente es algo que todo el mundo debería visitar. Lástima que cueste tanto llegar.
Vista del Gran Cañón
El Cañón tiene mas de 440 km de tamaño (tiene aproximadamente 6 millones de años de antigüedad, y se formo, entre otras cosas, producto de la elevación de placas tectónicas, la erosión y cierta actividad volcánica), con lo cual solo pudimos recorrer una pequeña parte. Por razones de tiempo, que no solo es tirano en la TV, sino también en este tipo de viajes, no pudimos ver más. Igualmente alcanzó para dejarnos con la boca abierta.
Pasadas las dos de la tarde (arribamos al Cañón a las 10), decidimos partir. Almorzamos en un pueblo diminuto distante 5 millas del parque, llamado Tusayan, y luego tomamos la ruta nuevamente.
Fremont Experience, la calle techada
Después de un largo viaje llegamos a Las Vegas. De movida nos deslumbraron las luces de la ciudad. Paramos en el Stratosphere, un hotel que tiene una torre de 109 pisos a la que uno puede subir a tomar algo, participar de algunos juegos y tener una panorámica de la ciudad, aún no subimos pero seguramente en el próximo post habrá novedades.
A la nochecita salimos a pasear por la ciudad. Primer parada Fremont Experience. Se trata de una calle peatonal que esta techada, en la que hay shows de música en vivo, casinos y lugares para comer. Fue el lugar en el que comimos mejor y más barato desde que llegamos a EEUU.
Luego, y ya rondando las 12 de la noche partimos hacia Las Vegas Blvd, donde todos los casinos y hoteles importantes de la ciudad nos esperan en fila. Entramos a algunos de ellos. El Belagio se destaca por su espectáculo de aguas danzantes al ritmo de Sinatra, el París por su reconstrucción de esas hermosas calles francesas en su interior, y el Caesar's Palace por su estilo romano.
Todo esto que estamos viendo me lleva a pensar que nuestro viajes es un camino lleno de contrastes. De las grandes ciudades, a los pequeños pueblos, de imponentes construcciones a maravillas naturales, y de los complejos entramados de la industria del entretenimiento a la simpleza de lo natural.

martes, 11 de octubre de 2011

La Vida en la Costa Oeste (Día 9)

Con un lagrimón pendiendo de nuestros ojos abandonamos Los Angeles. En un principio pensábamos que sería camino a Las Vegas. Sin embargo, hubo un cambio de planes de último momento, y decidimos encarar directo para el Gran Cañón.
La habitación del hotel en Williams
Es increíble como vuela el tiempo, al igual que las millas, cuando uno está en la ruta. Esta vez tomamos la Ruta Interestatal 40. Si bien los paisajes no son tan imponentes como los de la Ruta 1, igualmente ofrecen vistosas imágenes por momentos desérticas, montañosas y sobre todo rocosas. La ruta nos lleva desde California hasta Arizona, estado donde se encuentra el Cañón.
Almorzamos en un pequeño pueblo perdido al este de California llamado Needles. Mayormente tiene estaciones de servicio y locales de comida rápida. Está claro que el pueblo sobrevive de la gente en tránsito.
La hora de llegada al Cañón era pasadas las 6 de la tarde, con lo cual decidimos que lo mejor sería pasar la noche en un pueblo cercano y arribar al parque nacional mañana a la mañana para poder recorrerlo con mayor tranquilidad. Es así como dimos con Williams, un pueblo diminuto enclavado en los márgenes de la histórica Ruta 66 (la cual cruza de Este a Oeste el país). Imposible no tararear la versión de Pappo del clásico tema rockero. Realmente es un enclave pintoresco que permitirá reponer pilas para seguir con nuestro viaje en la mañana.

La famosa Ruta 66

lunes, 10 de octubre de 2011

La Vida en la Costa Oeste (Día 8)

Walt Disney Concert Hall
Esta mañana nos decidimos y fuimos a conocer el centro de Los Angeles. La primer parada fue el Walt Disney Concert Hall, lugar destinado a conciertos de música clásica y ópera, que lleva el nombre del bueno de Walt porque su viuda donó los fondos con los que se comenzó a construir.
Luego recorrimos a pie el Civic Center, donde además de edificios antiguos e imponentes, tuvimos la oportunidad de visitar la Catedral, en la cual solo nos quedamos unos minutos ya que al ser domingo a la mañana, estaban impartiendo misa.
Al llegar al City Hall, pudimos comprobar que la protesta no es solo cosa argenta. A los costados del edificio se acumulaban gran cantidad de carpas que albergaban a los protestantes, y se podían ver gran cantidad de consignas escritas en pedazos de cartón.
Staples Center
Las calles del centro estaban cortadas, debido a un evento llamado CicLAvia, en el cual cientos de personas se paseaban en bicicleta, rollers o skate.
Después de ese pequeño recorrido, fuimos hacia el Staples Center, hogar de Los Angeles Lakers, entre otros. Solo pudimos recorrerlo por afuera e ingresar a la tienda de regalos. El calor, para esta altura del mediodía, era realmente agobiante.
Almorzamos y pasamos la tarde en las playas de Venice Beach. Seguramente cualquier lector las conozca, ya que fueron el escenario durante años de las serie Baywatch. Al caminar por el borde del mar, mojándonos los pies, era imposible no imaginar a Mitch Buchanan corriendo con su short naranja (aunque realmente es mejor imaginarse a Pamela Anderson o Carmen Electra, ¿no?). Las playas son amplias, el agua helada, y está lleno de gaviotas.
Por último, fuimos a cenar la mítico Rainbow Bar, lugar en el que se juntaban gran cantidad de rockeros a fines de los sesenta y principios de los setenta para parrandear, entre ellos Led Zeppelin. Es un gran lugar para cualquier amante del rock.
Mañana abandonaremos Los Angeles, con destino al Gran Cañón!

Venice Beach


domingo, 9 de octubre de 2011

La Vida en la Costa Oeste (Día 7)

Si hay algo que los Yankees dominan es la industria del entretenimiento. De todo hacen un show, merchandising e intentan vender todo. En nuestros distintos recorridos eso nos quedó más que claro. Hoy agregamos una prueba más a nuestro razonamiento.
City Walk en Universal
Los Estudios Universal son una fuente inagotable de entretenimiento. No solo por las películas y series que nos brindan día a día, sino también por sus parques temáticos. Uno de ellos esta en Orlando, el otro, como no podía ser de otra manera, en Hollywood.
Hacia allí nos dirigimos después del desayuno. Realmente al llegar el espectáculo es deslumbrante, ellos lo llaman City Walk, y no es más que la previa al parque, con todo tipo de negocios gastronómicos, y de recuerdos.
Los Blues Brothers en acción
Lamentablemente es dificilísimo, cuando no imposible, recorrer todas las atracciones del parque en un solo día. Y por más que lo intentamos, fallamos en nuestro cometido. Sin embargo, pudimos hacer la mayoría. Hay para todos los gustos, para los amantes del vértigo están las montañas rusas de Jurassic Park (de agua), La Momia y Los Simpsons (esta última no la hicimos, porque ya el marca paso no resistía (?)), para los que gustan de acción están los espectáculos de Waterworld (simplemente excelente y bastante húmedo), y Terminator 2 3D, quienes se relamen por buena música también tienen su espacio, el show de los Blues Brothers es realmente muy bueno, para los que les interesa saber que hay del otro lado de las películas tienen un espectáculo de efectos especiales (didáctico y sobre todo muy divertido), para los fanáticos del terror ingresar en la Casa del Horror puede resultar estimulante, sin embargo le sacará un alarido hasta al más valiente. Los más chicos también tienen su espacio, el show de Shrek en 4D los va a dejar maravillados (por supuesto que a los más grandes también).
Por último, quisiera mencionar la atracción que más disfruté. Se trata del tour por los estudios, que lejos de ser convencional, permite que nos metamos dentro de las películas. Incluye el tan publicitado juego de King Kong en 360 3D, cuya calidad es suprema, y otras demostraciones que preferiría no contar para no arruinarle la sorpresa a futuros concurrente. Basta con decir que incluyen terremotos, lluvia, tiburones, y alguna otra cosita más.
Un día agotador, pero altamente satisfactorio!
El Motel Bates en el Tour por los estudios

sábado, 8 de octubre de 2011

La Vida en la Costa Oeste (Día 6)

Jardines del Getty Center
Arrancamos temprano con rumbo a Beverly Hills, un barrio que, de no ser por los autos que pasan de vez en cuando, parece un set de filmación. Las casas son enormes, altas palmeras adornan las veredas (tal y como todos hemos visto en las películas) y los autos son caros. Un lindo lugar para vivir, pero seguramente inaccesible para el común de los habitantes de L.A.
A veces un millonario hace una obra de bien y deja un legado para la posteridad. Tal es el caso de Paul Getty, quien ideó el Getty Center, un complejo en las alturas que cuenta con una galería de arte y hermosos jardines, y es totalmente gratuito (excepto por el estacionamiento). Al dejar el auto, hay que tomar una especie de pequeño tren eléctrico que nos deposita en el centro. Incluso para aquellos que no entendemos demasiado de arte, escultura y pintura, es un lugar digno de visitar, pasear por sus jardines y recrearse con la vista de Los Angeles.
Warner Bros.
Para los amantes del cine, un lugar de visita obligatorio son los estudios de la Warner Bros. Nos permitió sumergirnos durante más de dos horas en el mundo de fantasía del celuloide. El recorrido por los estudios permite apreciar todo tipo de sets, lugares donde nuestras películas y series favoritas se filmaron. También se puede tener acceso a un museo de vestuarios de distintas películas, una muestra de los autos más famosos de Hollywood e ingresar a distintos estudios como el de la serie Chuck o al mismísimo Central Perk de Friends. Realmente pasamos momentos excepcionales.
Para terminar, cuando la tarde tocaba su fin, fuimos al Observatorio Griffith, en donde se pueden obtener las mejores vistas de la ciudad. Y que mejor que hacerlo con el atardecer de fondo. Además cuenta con un museo de astronomía interactivo sumamente interesante.
Luego de todo el recorrido llegamos exhaustos al hotel, donde nos disponemos a cenar.
Atardecer en el Observatorio Griffith

viernes, 7 de octubre de 2011

La Vida en la Costa Oeste (Día 5)

Si sumamos playa + palmeras + sol + arquitectura colonial y le agregamos montañas, seguramente el resultado obtenido sería Santa Barbara. Un pintoresco pueblo en el cual pasamos la noche, y aprovechamos para conocer un poco en la mañana.
Temprano decidimos seguir nuestro viaje hacia LA. Pero antes las últimas dos escalas del viaje: Malibu y Santa Monica.
Casas en Malibu
Estar en Malibu, y ver esas mansiones apostadas en las sierras es realmente impactante. Recuerda a Two and a Half Men, es casi como si esperásemos que a cada balcón se asome Charlie Sheen. Las playas son más cortas que en Santa Barbara, y al igual que allí, mucha gente las elige para hacer surf. Se nota claramente que es un lugar donde habita mayormente gente adinerada.
Las playas de Santa Monica
Mención aparte merece Santa Monica. Siguiendo con el estilo de las anteriores no faltan palmeras, algún boulevard, y playas. Esas eternas playas californianas, con varias canchas de beach volley que solemos ver en las series y películas norteamericanas. Además, y al igual que San Francisco y Monterey, cuenta con un muelle en el que se pueden comer productos del mar, comprar souvenires y divertirse en un pequeño parque de diversiones.
Finalmente, pasadas las dos de la tarde llegamos por el Santa Monica Blvd a Hollywood, donde queda nuestro hotel. Pasamos el resto de la tarde paseando por Hollywood Blvd, y maravillándonos con todas las atracciones que estaban esperándonos.
El Paseo de la Fama incluye infinidad de estrellas grabadas con los nombres de distintas celebridades. Algunas realmente nos resultaron desconocidas, otras sumamente familiares, nombres como Chaplin, B.B. King, Michael J. Fox o Jimi Hendrix, entre muchísimos otros, tienen su merecida estrella. Siguiendo el camino de las estrellas visitamos el Teatro Chino, en cuya vereda se encuentran grabados en el cemento las manos, pies y firmas de algunas de las más importantes estrellas del cine, como ser Clint Eastwood, Steven Spilberg o los chicos de Harry Potter. A su lado, se encuentra el Kodak Theater, lugar donde cada año se entregan los premios Oscar.
Tuvimos tiempo también de sorprendernos y divertirnos con las estatuas de cera del Museo Madam Tussauds. Un lugar en donde podemos pelear contra Rocky, compartir un banco de plaza con Forest Gump, caminar por los techos junto a Spiderman o sentarnos en la mesa de Don Corleone.

¡Esto es todo por hoy!