
Hay una gran razón para lamentar
el alejamiento del gran Pep del equipo blaugrana: nos demostró a todos (a los
que ya estábamos convencidos y a los otros también) que se pueden obtener
resultados jugando bien y vistoso, que se puede soñar con jugadas extraordinarios,
goles increíbles, toques, toques y más toques. Tranquilo, centrado y siempre
fiel a su idea, dotó al equipo de una identidad futbolística hace tiempo dejada
de lado, y convirtió a su Barcelona en el mejor equipo del mundo durante 4
años.

Algún despistado podría argumentar
que tenía el equipo armado. No obstante, no haría más que olvidar que vendió
por razones disciplinarias a cracks de la factura de Deco, Eto'o, Ronaldinho y
Zlatan. ¿Cuántos técnicos lo hubiesen hecho? Eligió refuerzos con criterio,
pensando en función del juego, y no en fichar a la figura del momento. Ejemplos
sobran: Villa, Piqué, Alexis Sánchez, Mascherano y Fabregas, todos grandes
jugadores, pero, salvo Cesc, ninguna gran figura. Y por último, privilegió las inferiores,
Pedro, Busquets, Tello, Cuenca y un largo etcétera.
Por todo esto, los que nos gusta
el buen fútbol no podemos más que estar agradecidos, desearle suerte que sus
futuros proyectos, y esperar que el Barcelona sin Pep siga abogando por la
misma filosofía de juego. ¡Gracias y buena suerte!
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