Viajar es una acción que no podemos evitar. Lo solemos hacer
de diferentes maneras. Algo tan rutinario y común como ir a trabajar o a
visitar amigos, ya sea en auto, colectivo, o subte, implica un viaje.
A veces es inevitable el traslado físico. Cuando uno piensa
en viajar, en general lo relaciona con las vacaciones, una circunstancia más
importante que los pequeños destinos de la vida diaria. Ya sea conociendo
lugares lejanos, en países distantes, o hermosos recodos de nuestro propio
país, la emoción nos embarga al viajar.
Otras veces, el viaje se da dentro nuestro. La imaginación
es el conductor perfecto para adentrarnos en los diferentes surcos de nuestra
mente. Viajes de lo más dispares y extraordinarios se dan cuando nuestro
subconsciente los construye. Los sueños son otra manera de viajar, que no
reconoce de fronteras, pasaportes o divisas. Es quizá la más democrática.
Algunas personas, y no es nuestro objetivo juzgarlas, viajan
ayudadas por algunas substancias no siempre (o casi nunca) legales. Ya sea en
viajes de lo más alucinados, o sumamente introspectivos, llegan a extremos
muchas veces inexplorados. Libros como Las
puertas de la percepción de Aldous Huxley o Las enseñanzas de Don Juan de Carlos Castaneda permiten que seamos
testigos de ese tipo de viajes.
Hay muchas formas de viajar. Cada uno puede elegir la suya.
Lo que nunca hay que perder de vista es que siempre estaremos en viaje,
trascendiendo formas y estructuras, hacia destinos insospechados. En
definitiva, la vida es un viaje.