Es difícil saber mediante que proceso interior identificamos las diferentes cosas que nos generan pasión. Evidentemente depende de nuestro contexto, y nuestra historia pero también de una infinidad de factores más. Más complejo que saber por qué nos apasiona tal o cual cosa es comprender el origen de dicha pasión para aquel que no la comparte, que juzga desde la racionalidad un proceso que tiene que ver con las emociones.
En nuestro país la gran mayoría de la gente ha elegido al fútbol como una fuente inagotable de pasión. De esta manera, y en tanto fuente (artificial) de pasión, el fútbol ha ido trascendiendo las barreras del deporte para convertirse en un tema central de gran importancia. Justo es decir que esta importancia no es intrínseca del balompié (excepto quizá para sus protagonistas directos) sino que se la otorga el público.
En este punto es necesario abrir un paréntesis. Hay quienes consideran al fútbol solo como un juego, y le dan el lugar de tal. Lo practican porque les gusta, lo ven, pero no sienten la derrota de su equipo como propia ni dejan que los afecte a nivel personal. En contraposición, están los apasionados incorregibles para los cuales el resultado de un partido puede ser decisivo a la hora de poder disfrutar un domingo, cuyo humor depende de cómo esté jugando el equipo del que son hinchas, y su fanatismo muchas veces no les deja ver la irrefutable realidad (nótese que muchos hinchas consideran a su equipo el mejor, más allá de cualquier argumento racional que se les presente en contra). Los primeros miran, observan los partidos, los segundos los sienten, casi que los viven en carne propia. Así, tanto para unos, como para otros, el fútbol ha trascendido la cancha, el estadio, para convertirse en un tema de debate que nos acompaña día a día.
Por supuesto que ninguna de las dos posiciones puede ser criticada, depende de las características y gustos de cada persona. Son los segundos los que ponen a este deporte en un lugar de privilegio con respecto al resto de los entretenimientos. Sin embargo, hay gente que se ha aprovechado de este lugar que ocupa el fútbol, y lo ha utilizado para sacar todo tipo de réditos (económicos, políticos, y un largo etc.). Situación que hace que recrudezcan ciertas pasiones en algunos, y que crezca el escepticismo en otros.
Hoy por hoy el fútbol debe ser analizado como algo multidimensional, no lineal. Sus diferentes aristas deben considerarse en conjunto, el deporte (como juego o entretenimiento) no puede ser separado de la fuente de trabajo (de jugadores, técnicos, demás ayudantes, periodistas, etc.), ni del negocio (representantes, dirigentes, inversores, intermediarios, empresarios, televisión, etc.); y mucho menos obviarse su utilización política, como ocurre en nuestro país con el denominado "Fútbol para Todos" (que más allá de su logro de democratizar la televisación del fútbol, tiene sus objetivos últimos de la captación de votos, la realización de negociados con la AFA, y en golpear fuertemente al multimedio enfrentado al gobierno, todo prolijamente realizado con dinero de los contribuyentes) o en el uso de barras bravas de distintos clubes como fuerzas de choque remuneradas de algún dirigente de turno.
Es posible entender que, al ver el gran abanico de situaciones de poca claridad que muchas veces rozan la ilegalidad y tantas otras caen de lleno en ella, los escepticismos hayan crecido. Sin embargo hay quienes aún a pesar de esto siguen creyendo en el juego, y le siguen dando una importancia capital en sus vidas. Pueden llamarlos ilusos, o románticos incurables, sin embargo poseen un activo invaluable, la capacidad de sentir alegría, tristeza, emoción, bronca, disfrute, con tan solo ver una cancha llena, veintidós jugadores y una pelota. Vos ¿en qué lado te ubicarías?
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