Nunca lo vimos venir. No es que faltaran indicios. No quisimos creerlos, o simplemente no les dimos importancia. En la primera etapa las playas comenzaron a desaparecer. El mar, otrora turquesa y transparente, se volvió oscuro y turbio. Poco a poco los habitantes de las ciudades costeras migraron tierra adentro.
Un tiempo después el agua tapo dichos poblados. Los muertos se contaron por centenas, entre los pobres y los escépticos. “La culpa es del calentamiento global”, dijeron. “Estamos pagando el daño que le hicimos al planeta”.
En seguida se pusieron en marcha varios planes del gobierno para contrarrestar tan devastadores efectos. Las mentes más brillantes de la ciencia participaron de su confección. Cuando el agua cubrió Japón, y redujo a Australia a un simple islote supimos que la cosa era mucho más seria de lo que pensábamos.
No faltaron los iluminados que hablaban de predicciones, fin del mundo y llegada del juicio final. Sin embargo, hasta los más firmes espíritus se doblegaron ante el avance de lo que dimos en llamar la marea negra.
Su acometida fue implacable, tapando cada vez mayores proporciones de tierra, dejando un reguero de cuerpos a su paso, que al poco tiempo desaparecían en su espesura.
Los pocos que logramos sobrevivir nos refugiamos en las superficies más altas, con la absurda esperanza de que la negrura remitiera. Si algo hemos aprendido desde que comenzó, es que una vez desatada no va a parar hasta culminar su trabajo.
Ahora, mientras escribo estas líneas, ya es demasiado tarde. Aún desde los elevados picos nevados (si es que a esta masa cenicienta y gris se le puede decir nieve) en los que me encuentro, puedo ver la lenta pero constante invasión acuática. Según mis cálculos la marea está subiendo entre 1 y 2 metros por día. No hace falta ser un destacado matemático para saber el escaso tiempo que me queda. Estoy preparado, la espero, mis fuerzas solo menguan cuando algún cuerpo (humano o animal) aparece flotando en la superficie, aunque estas visiones son cada vez más inusuales (señal de que solo quedamos unos pocos). He visto su rostro, negro como el hollín, de mirada profunda y cansada, casi como los ojos de un padre al que se ha llevado al límite de lo que puede soportar y ha perdido la paciencia.
Nunca logramos descifrar porque vino, ni sabemos si algún día se irá. La única certeza que invade nuestros corazones es que no estaremos aquí cuando llegue el final.
sábado, 26 de noviembre de 2011
sábado, 19 de noviembre de 2011
Pearl Jam en Argentina
Alrededor de las 19.30 llegue, junto a mi hermano, a las inmediaciones del estadio. No costo demasiado conseguir lugar para estacionar; un par de vueltas y listo, dejamos el auto a solo 6 cuadras. La caminata hacia el estadio suele ser el momento en que se intercambian expectativas sobre el show por venir: ambos coincidíamos en que preferíamos dejar que nos sorprendiera.
Esta era mi primer visita al Estadio Único de La Plata. Desde un principio me impactó su arquitectura y diseño, que cumplía tanto desde el punto de vista estético como funcional. Aproveché lo metros caminados por Av. 25 para poder apreciarlo bien.
Siguen roqueando como en sus primeras épocas |
Al dar el reloj las 19.45, con puntualidad británica, a pesar de ser oriundos de Los Ángeles, la legendaria banda de punk X salió al escenario para calentar motores. Comenzamos a escucharlos desde afuera, pero pudimos ver la mayor parte del show ya acomodados en nuestros asientos de la fila 22 en la platea sur.
Los primeros aplausos fervorosos tronaron cuando John Doe (bajista y cantante) presento a un amigo para el último tema, se trataba ni más ni menos que del gran Eddie Vedder, que salió a roquear al ritmo de Devil Doll junto a Exene (cantante), Doe y compañía.
A las 20.30 el escenario estaba calmo nuevamente y nos mentalizamos para esperar la hora que suponíamos faltaba para el inicio del espectáculo. Por eso nos sorprendimos cuando a las 21.15 las luces se apagaron y los sobrevivientes del grunge aparecieron en escena. Los primeros acordes nos tomaron por asalto, y nos costó identificar el tema, no porque no lo conociéramos, sino porque la elección fue realmente inesperada. Ni el espectador más optimista y amante de Ten (1991) se imaginaba que la apertura del show sería con Release. El despliegue de potencia arrancó en el segundo tema, Go, del segundo álbum de la banda.
Sin embargo, el primer estallido y gran pogo de la noche se desato con Corduroy (con intro de Interstellar Overdrive incluida). Así es como llegamos al primer pico de emotividad de la noche. La seguidilla Hail Hail, Given to Fly y The Fixer no nos permitió relajarnos, pero si disfrutar al máximo.
Por suerte para nuestros cuerpos y gargantas, la intensidad bajó unos peldaños con Amongst the Waves e Inmortality, pero solo para volver a tomar impulso con otro de esos temas inolvidables que nos dio el inigualable Ten, Even Flow (segundo pico de emotividad de la noche).
Para ese momento, aunque ya nos habíamos dado cuenta al sonar el primer acorde del primer tema, ya estaba plenamente justificada la inversión de dinero, el largo viaje a La Plata, y el hecho de saber que íbamos a dormir muy poco esa noche.
Live at the Gorge, disco en vivo |
El tercer gran momento de la noche no se haría esperar demasiado, luego de interpretar You Are, lo alcanzarían con (¡aviso de título largo!) Elderly Woman Behind the Counter in a Small Town, otro de esos grandes temas a los que Pearl Jam nos tiene acostumbrados, de VS (1993), su segunda placa.
Todavía faltaban varios temas antes del primer intervalo, así se sucedieron el breve pero salvaje Lukin, Unthought Known (uno de mis favoritos de Backspacer, su última producción), el inoxidable Do the Evolution, un acústico Wasted Reprise como preludio a un eléctrico Life Wasted, un contundente Jeremy y Porch.
La participación del público durante esta primera parte fue muy activa, con pogo, coros, palmas, en definitiva, a lo que estamos acostumbrados en general, pero con un grado de intensidad que hacía tiempo no veía en un show, probablemente inspirado en la entrega que la banda estaba realizando en el escenario.
El bueno de Eddie no se hizo desear demasiado y volvió solo con su guitarra para interpretar el hermoso Just Breathe. El momento acústico duró lo que un suspiro, y la banda nuevamente al completo arremetió con Garden, y luego con la excelente versión del tema de Wayne Cochran, Last Kiss, que incluyó un buen contrapunto entre la batería de Matt Cameron y las palmas del público. Pasó Supersonic, y llegó el segundo cover de la noche, que para Pearl Jam ya es casi un tema propio. Me refiero a la canción de los Ramones (gran ovación gran) I Believe in Miracles, al cual le siguió State of Love and Trust y el potente Blood.
Eddie y compañía |
Con el pulso acelerado, nuestras gargantas irritadas y la felicidad a flor de piel, aguardamos a que la banda vuelva para los bises finales. Lo cual hicieron con gusto, comenzando con Smile, y siguiendo con otro tema ajeno al que Vedder presentó diciendo que les gustaría tomar prestado una canción de Roger Waters. Difícil describir nuestras sensaciones al escuchar los primeros acordes de Mother, aquella sublime composición de The Wall, pero seguramente eran muy cercanas a la emoción. Cosa que PJ terminó de lograr con Black, para mí el punto culminante del show (cabe aclarar que este tema tiene un significado especial para mí, por ser mi puerta de entrada a Pearl Jam), no solo por tratarse de una de sus mejores obras, sino por la larga coda de coros protagonizada por un público que sinceramente no quería que el espectáculo acabase.
El principio del fin llegó con Better Man (Vitalogy, 1994), y Why Go, para desatarse definitivamente con el infaltable Alive, el último cover Rockin’ in the Free World (Neil Young) con las luces del estadio prendidas, y el siempre colista Yellow Ledbetter, anunciando sin temor a equívocos el final. El reloj marcaba las 12.15; tres horas de duración, tres horas de felicidad, tres horas que se pasaron demasiado rápido. Solo quedaba emprender la larga vuelta a casa, esta vez con una sonrisa dibujada en nuestras caras.
Si tuviera que usar solo dos palabras para describir lo que fue la segunda visita del quinteto de Seattle (a bordo del PJ20 Tour) al país, serían INTENSO y EMOTIVO. Un show para disfrutar de principio a fin, que seguramente recordaremos por mucho tiempo, cuyo paso lo volverá mítico. La entrega de la banda en el escenario y su perfecta comunión con el público hicieron de este recital un momento único. Y esto en épocas de jóvenes bandas prefabricadas y viejos edulcorados que parecieran tocar en piloto automático, no es poca cosa.
sábado, 12 de noviembre de 2011
Discos Conceptuales
En un principio, y como ya he
escrito en otro post, el motor de la industria musical fue el simple. Sin
embargo, con el correr de los años (comenzado en la segunda mitad de la década
del ’60) el LP se fue afianzando como el soporte ideal tanto en términos artísticos
como económicos.
A partir de este fenómeno de
valorización del larga duración por sobre el single es que algunas bandas
comenzaron a darle a sus discos un tratamiento distinto del que le venían
dando. Así, ciertas obras, dejaron de ser una colección de canciones aisladas para
transformarse en un todo. Es a este tipo de obras a las que se conoce como álbumes
conceptuales; es decir, un disco cuyas canciones están atravesadas por una
temática común a todas ellas.
El término Álbum Conceptual
agrupa gran cantidad de obras, bastante diferentes entre sí, y tiene varias aristas,
que van desde unir los temas de un disco en torno a un tema determinado (como
puede ser la ecología, el ideario de una sociedad determinada, o eventos
históricos), contar durante todo el LP la historia de un personaje, o realizar
una ópera rock (por razones de espacio no haré mención a este último tipo de obras,
que merecen un post aparte), entre muchas otras.
Es difícil determinar cuál fue el
primer disco conceptual de una banda de rock, y escapa a las intenciones de
este post. Basta con mencionar algunos larga duración que a mi criterio son
buenos representantes de este tipo de obras.
Muchos reconocen en el gran Sgt.
Pepper’s Lonely Hearts Club Band (1967) de los Beatles uno de los primeros
discos conceptuales. Cabe aclarar que esta no es la principal característica
por la cual el álbum fue (y es) tan venerado. La idea de los Fab Four era inventar
una banda que sea la que se adueñe de todos los temas del LP, como una manera
de poder tomarse ciertas licencias a la hora de experimentar con distintos
sonidos (experimentación que habían comenzado con sus dos discos anteriores)
sin verse limitados por el estilo beatle. El concepto se refleja claramente en
el inicio y el final del disco (con el tema homónimo y su reprise),
pero hay que reconocer que se desdibuja un poco con el correr de las canciones.
Hay dos bandas inglesas a las que
podríamos reconocer como especialistas en lo que a discos conceptuales se trata.
Me refiero a The Who y The Kinks. La primera, antes de editar dos óperas rock,
publicó The Who Sell Out (1967), una obra que estaba concebida como una
transmisión radial pirata, tocando los temas con distintos estilos para que
parezcan interpretados por bandas diferentes y añadiendo típicas publicidades
radiales entre cada uno de ellos. La banda de los hermanos Davies editó gran cantidad de discos
conceptuales, entre ellos The Kinks are the Village Green Preservation Society
(1968), que trata principalmente sobre la vida en la campiña inglesa,
rememorando tiempos pasados; Lola vs Powerman and the Moneygoround, Part one
(1970), que no es más que una visión satírica de la industria musical; y varios
otros como Preservation Act 1 (1973), Preservation Act 2 (1974), Soap Opera
(1975) y School Boys in Disgrace (1976), además de una ópera rock.
Por supuesto no podemos hablar de
este estilo de discos sin hacer una especial mención a Pink Floyd. La banda de
Waters y Gilmour ha dejado para la posteridad obras conceptuales alucinantes.
Desde el clásico de 1973, The Dark Side of the Moon, en el que exploran
distintas facetas de la condición humana (envejecimiento, locura, avaricia,
muerte), y experimentan con distintos sonidos, gracias a la ayuda del gran
técnico de grabación Alan Parsons, hasta The Final Cut (1982, último disco con
Waters en la banda) con su mensaje antibélico a cuestas, todos los discos de
Floyd son conceptuales. Wish you Where Here (1975) es un álbum que se basa en
una seria crítica a la industria musical, a la vez que añora la camaradería
imperante en el pasado en el seno de la banda y recuerda a Syd Barrett. Animals
(1977), intenta retratar a la sociedad inglesa, dividiéndola en distintas
clases sociales, representadas por animales (en obvia alusión al clásico de
Orwell Animal Farm); siendo los cerdos mandatarios, los perros los encargados
de hacer cumplir la ley, y las ovejas el pueblo. Por último, The Wall (1979),
cuenta la historia de Pink, un músico alienado y acechado por los traumas
acumulados en su vida (muerte prematura del padre, sobre protección de la madre,
educación opresiva, fracasos amorosos, etc.), todos los cuales ayudaron a ir
agregando ladrillos en la pared que lo separa del mundo.
Otras obras conceptuales que vale
mencionar son: Tales From Topographic Oceans (1973), de Yes, Thick as a Brick (1972),
de Jetrho Tull, Ziggy Stardust and the Spider from Mars (1972), de David Bowie,
y 2112 (1976), de la banda canadiense Rush.
Por supuesto que estos son solo
ejemplos de todos los discos conceptuales que podemos encontrar. El hecho de
que los mencionados sean principalmente de las décadas del ’60 y ’70, no
implica que no podamos encontrar álbumes conceptuales contemporáneos. Ejemplos
de ellos sobran, me limitaré a nombrar algunos: Metropolis Pt. 2, Scenes from a
Memory (1999) de Dream Theater, narra la historia de un joven que descubre un
crimen en su vida pasada (íntimamente relacionada con la película de 1991 Dead
Again, protagonizada por Kennet Branagh y Emma Thompson); Be (2004) de Pain of
Salvation, trata sobre la existencia de Dios; American Idiot (2004) de Green
Day, que es primordialmente una crítica al estilo de vida americano y a la
administración Bush en particular.
Como ya he mencionado, el tema no
se agota en estas líneas, con lo cual invito al lector a realizar su propia búsqueda
por el vasto mundo de los discos conceptuales.
sábado, 5 de noviembre de 2011
Las noches de París según Woody Allen
El afiche de la peli |
A veces las películas cobran
dimensión por contar una gran historia, otras por tener un guión bien logrado,
algunas por dejar entrever la diestra mano de su director, y en numerosos casos
por las sólidas interpretaciones de los actores. Cuando estas cuatro
condiciones se dan en conjunto, podemos sonreír, acurrucarnos en nuestro sillón
y disfrutar de la idea de estar ante un gran film.
Tal es el efecto que produce la
última obra del prolífico Woody Allen. Medianoche en París (Midnight in Paris,
2011), es una comedia romántica atípica, incluso para el bueno de Woody. Toma
elementos de distintos géneros y logra ser divertida y reflexiva a la vez,
entretener y dejar pensando al espectador; se la podría catalogar como una
comedia inteligente, pero realmente no estoy seguro de que las películas, en
general, posean este tipo de atributos.
El film nos muestra a la pareja
compuesta por Gil (el gran Owen Wilson) e Inez (la bella Rachel McAdams) que
está a punto de casarse y emprenden un viaje a París junto a los padres de la
novia. Gil es un escritor, fascinado por el París de los ‘20, que está teniendo
dificultades para concretar su primer novela. Se enamora de la ciudad y tiene
serias intenciones que quedarse a vivir en ella. Por supuesto su prometida Inez
no comparte este anhelo. Las cosas en la pareja se tensan un poco con la llegada
de Paul (Michael Sheen), el pedante ex novio de Inez, con su actual compañera.
Es así, como luego de una cena, todos deciden irse a bailar, excepto Gil, quien
no tarda en quedarse solo en la noche recorriendo las calles parisinas.
Gil e Inez en su habitación de hotel |
A partir de allí es cuando
comienza la aventura, en la cual se entremezclan fantasía y realidad, pasado y
presente, Ernest Hemingway, Cole Porter, los Fitzgerald, Salvador Dalí (Adrien
Brody), Gertrude Stein (Kathy Bates), Picasso, Matisse, Luis Buñuel, Man Ray,
T.S. Elliot, entre muchos otros, y por supuesto la hermosa Adriana (Marion
Cotillard); y lo que parecía una simple comedia romántica transciende los
límites del género y nos lleva más allá, poniendo en juego cuestiones como el
amor, las fantasías, la nostalgia por tiempos no vividos, el presente, las
responsabilidades, la adultez, sin pecar de pretenciosa y haciendo gala de un
gran estilo.
Imposible no mencionar a otra
gran protagonista del film. Me refiero a París, la ciudad que, lejos de ser el
simple escenario donde transcurre la película, cobra vital importancia,
sumergiendo a Gil (y a los espectadores junto con él) en sus noches, sus
hermosas calles y sus ilustres personajes; logrando cambiar sus perspectivas
frente a la vida y el amor.
Gil y Adriana en las calles de París |
Para concluir, me gustaría
recalcar (dudo que haga falta) que la cinta es sumamente recomendable. Espero,
con estas líneas, haber logrado despertar en el lector el interés por la misma.
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