Empecé a leer a García Márquez por Cien años de soledad, que es lo mismo que arrancar a escuchar Deep Purple por Machine Head. La historia de la familia Buendía en Macondo, a través de distintas generaciones, es una de los grandes hitos culturales del siglo pasado (fue publicada por primera vez en Buenos Aires en 1967), en el que García Márquez nos muestra un universo en el que las leyes de la naturaleza y de la física son sensiblemente desafiadas, una suerte de novela surrealista, o como se le ha dado en llamar: Realismo Mágico.
Arrancar por el libro más reconocido y premiado de un escritor puede llegar a ser una trampa, ya que no se puede pretender que mantenga el mismo nivel de excelencia en toda su obra. Sin embargo, basta con leer cualquier otro libro de su bibliografía (algunos mejor que otros) para desterrar este prejuicio y darse cuenta que se está ante un gran autor, que tiene bien merecido el Nobel de literatura recibido en 1982.
Entre otros, deben considerarse obras como El amor en los tiempos de cólera (de 1985), en la que justamente se relata la historia de amor (nunca sencilla) de Fermina Daza y Florentino Ariza a través de los años; Crónica de una muerte anunciada (1981), una nouvelle, en la que el escritor nos sumerge en el relato del último día de vida de Santiago Nasar, quien va a ser víctima de un asesinato del que está al tanto casi la totalidad del pueblo en el que vive; El otoño del patriarca (1975), que está escrito como si fuera un monólogo, con largos párrafos y escases de signos de puntuación, y en el que refleja la vejez de un dictador latinoamericano en un país ficticio a orillas del mar.
Algo que es común a toda su obra, y por lo cual nadie debería dejar de leerlo (al menos alguna de sus novelas), es la capacidad de García Márquez para sumergirnos en pueblos latinoamericanos ficticios de tiempos distantes, a orillas de algún mar o río, con sus compañías plataneras, y complejos entramados de relaciones sociales, en lo que no todo es lo que parece ni como parece, y siempre hay lugar para las sorpresas. Razones más que suficientes para iniciarse en el descubrimiento de los mundos (casi) fantásticos, pero tan cercanos a las desventuras latinoamericanas, de este gran autor.
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