sábado, 9 de julio de 2011

El trozo de papel

Tardamos días en poder entrar a su departamento. Hacía un tiempo que nuestras llamadas y correos electrónicos no tenían respuesta. Para ingresar tuvimos que romper la maciza puerta de roble, cerrada por dentro con la llave puesta y tres cerrojos anti robo, de los cuales ninguno de nosotros conocía su existencia. Si bien en los últimos meses lo habíamos notado raro y hasta un poco paranoico a nadie le llamó demasiado la atención, después de todo ese era su estado de ánimo cada vez que se encerraba a escribir una nueva novela.
Todo parecía indicar que su hogar había estado deshabitado por varios meses, lo cual no dejaba de sorprendernos, ya que todos suponíamos que se encontraba allí. El comedor estaba, al igual que el resto del pequeño piso, totalmente a oscuras. Un pulcro orden reinaba en todas las habitaciones. Encontramos sobre la mesa de la cocina su vieja máquina de escribir, la que siempre utilizaba al comenzar a dar forma a un nuevo trabajo. Apilada en la silla frente a la Olivetti divisamos una camisa, un pantalón y hasta un juego de ropa interior prolijamente doblados. Junto a la silla había una pequeña lata de pintura, cuyo interior estaba repleto de cenizas. De entre todas ellas asomaba un trozo de papel con los bordes ennegrecidos.
Lo tomamos con cierto grado de temor y nerviosismo. Lo leímos casi al unísono, parados junto a la mesa.

 “Entre un pasado en continuo regreso (casi como acechando) y un futuro lleno de incertidumbre, el presente se debate, nos arrolla, pelea por ser. Nos empuja a seguir, a conquistar, a lograr y a escapar.
Nuestros cuerpos se encorvan producto del peso que soportamos (siempre va en aumento). No cerramos temas, heridas, lazos, todo sangra a intervalos de caprichosa irregularidad. ¿Y cuál es nuestra reacción? Seguir, continuar, no parar ni pensar, casi como viviendo en piloto automático. Los sentimientos se suavizan hasta desvanecerse, dejando atrás solo un envase (semi) vacío.
¿Alguien tiene respuestas? ¿Alguno podría vanagloriarse de tener esa lucidez? ¿O es que decidieron (o quizá ni si quiera eso) no pensar?
En la calle, en nuestras casas, en el cine o en las canchas, estamos solos. Nos ven, nos escuchan, hasta sienten cosas por nosotros, pero ¿alguien se ocupa de entendernos? ¿De buscar razones? ¿Acción y reacción?
Y cuando el hermetismo roza la incredulidad debemos ser probados, sometidos y juzgados por una supuesta vara superior de valores e ideales ajenos, a los que no parece estar sometido quien los toma como parámetro para evaluar.
Las convenciones, con su aire de rigidez, se vuelven tan parte de nuestra vida que deja de ser nuestra para pertenecer al inconsciente colectivo, que si hay algo que le sobra es inconsciencia.
Nos limitan con absurdas reglas de comportamiento, con culpa, pecado y moralina barata. Y sin embargo nadie demuestra un comportamiento intachable para valerse de dichas oscuras herramientas.
El ideal no existe, somos solo por un momento y al instante nada es igual. Parece que es mejor no reflexionar, no ver, aferrarnos a cosas que más temprano que tarde deberemos dejar atrás. Hace siglos que las sociedades le declararon la guerra a la libertad, y parecen haber estado combatiendo con suma eficiencia.”

Al terminar, permanecimos en silencio un largo rato. La oscuridad del relato nos caló hondo. No parecía su estilo, ni un tema sobre el que le interesase escribir.
Nunca más lo volvimos a ver, ni a saber nada de él. Aún conservamos el pequeño trozo de papel, que ha ganado un tinte amarillo con el paso del tiempo. Muchas veces tuvimos ganas de destruirlo, otras tantas lo hemos releído. Entre tantas dudas y recuerdos una certeza nos ha perseguido todos estos años, la respuesta debe estar en esas líneas.

1 comentario:

  1. Un relato intrigante de perfecta y justa intensidad, pero que por su sensibilidad e increíble lucidez puede ser la realidad de cualquiera de nosotros. El escrito del protagonista da precisamente en la nota: profundo, aleccionador y cargado de nuestra vulnerabilidad... nos toca de lleno y nos deja reflexionando... a lector también le cala hondo...

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